sábado, 19 de septiembre de 2009

16 de septiembre de 2009

Hoy toca vuelta a la consulta. Aunque sólo sea por dar el paseo, debo recordar que todo esto lo hago por mamá.

Llega mi hora, y entro como de costumbre. Se extraña de verme.
-No esperaba que fueras a venir.
-Me puedo marchar por donde he llegado.
-No te preocupes, siéntate. Y explícame... ¿Qué medio de transporte usas?
-Siempre vengo a pie. ¿Por qué lo dices?
-¿Y para llegar de mi casa en Pinto a Fuenlabrada en apenas dos minutos?

Sinceramente, no esperaba que me saltara con ésas. Automáticamente, recuerdo aquella fotografía del primo Gorka. Con unos años más se puede parecer al tipo que había anoche esperándome en la puerta de casa.
-¿Me estás espiando?
-¿Yo? Eso está muy feo... No podría.
-Bueno, sabes que nadie te creerá si dices nada. Y que ahora mismo podría acabar contigo si quisiera.
-Adelante, haz lo que quieras. Pero no creo que sea la mejor ocasión. Hay testigos ahí fuera que te han visto entrar- Yo contaba con ello. No me ha servido de nada meterle miedo -¿Cómo lo haces?
-No es asunto tuyo.

Entre nuestras voces logro distinguir un ruido ambiente que no estaba las anteriores sesiones. No es del ordenador ni de la fotocopiadora, ni de la luz... Afino el oído, le abro el cajón medio del escritorio y extraigo una grabadora de dentro. Con una mano la hago añicos y me la guardo en el bolso; ya la destruiré cuando salga de aquí.

-No me malinterpretes -continúa él-, no soy ninguna amenaza. Déjame comprenderte, conocerte. Por favor.
-¿De qué va todo esto?

Me introduzco en su mente. Realmente no hay ninguna mala intención en él. Dice la verdad, sólo quiere saber qué soy y por qué. Le gustaría ser como yo. Además, la atracción que siente por mí es inmensa, aunque es bien consciente de que es tan sólo fruto de algo mágico que poseo, que descubrió al mirarme a los ojos. Es homosexual; lo descubrió a los 12 años. Es eso en parte lo que le llevó a descubrir que algo raro se cocía en mí.

-Eso, y que no me terminé de creer tu historia -no sé a cuento de qué ha venido esa intervención.
-¿Perdón?
-Sé exactamente lo que estás pensando. Recuerda que llevo unos días conectado a ti. No sé cómo ni por qué. No me había pasado antes, desde que tenía 5 años y veía a través de los ojos de un asesino -Recuerda con cierto dolor.- Pero lo tuyo es... ¡es asombroso! Puedo sentir lo que tú sientes, entiendo lo que estás pasando.

Me deja sin palabras. No sé qué pensar, ni cómo actuar. No lo veo necesario, cuando se acerca a mí y sin ningún escrúpulo me rodea con sus brazos y me funde en un profundo beso. No intento evitarlo, lo dejo suceder. De algún modo él está conectado a mi mente y yo si quiero puedo hacerlo a la suya. Se crea un círculo vicioso que multiplica todo tipo de sensaciones. Por poneros un ejemplo muy esquemático: siento lo que cualquiera siente con un beso, más lo que él siente por sí mismo, más lo que le transmito yo de lo mío y lo suyo, y así sucesivamente. Si esto ocurre con un beso, no quiero ni pensar...

Efectivamente, no pienso. Me dejo llevar por la situación. Cuando quiero ser consciente de algo nos hemos quitado la ropa y me encuentro sentada en su mesa con él de pie enfrente de mí. Desliza sus labios lentamente por mi pecho, jugando con la lengua a su paso. Sigue bajando y se detiene en el ombligo. Yo me dirigo a su cuello y le empiezo a oler. Respiro fuerte para que sienta mi aliento, y lo beso pasionalmente por un lado, y luego por detrás. Está nervioso. No sabe lo que voy a hacer con él, pero no se siente asustado. Sabe que ardo en deseos de comérmelo aquí mismo.

Me agarra firmemente de la cintura con sus manos, y me empuja hacia él. Nuestros genitales quedan a la misma altura, e introduce el suyo lentamente, disfrutando cada instante. He de reconocer que para no tener experiencia con mujeres no se le da nada mal; aunque quizás tenga que ver con que sabe en todo momento lo que quiero y cómo, y la sensación que eso produce en mí. Le miro fijamente a los ojos, e interpreto lo que quieren expresar; es exactamente lo que yo quiero, de modo que le realizo una pequeña incisión con los dientes por encima de la axila, y empiezo a beber. Este gesto nos excita aún más a los dos. Siento cómo su corazón empieza a acelerarse más de la cuenta, sus ojos se quedan en blanco y no tiene fuerzas para seguir. No sé cómo no lo pensé antes: el cuerpo de un mortal no está preparado para este tipo de sensaciones tan intensas. Me aparto y observo cómo evoluciona; su cuerpo está rígido, sus músculos siguen contraídos a causa del éxtasis. Ha tenido un orgasmo tan intenso que ha estado a punto de matarlo. Le dejo aire y espacio, mientras me pongo la ropa. Parece que recobra el conocimiento. Está confuso, pero al verme comprende lo que ha pasado. Nos despedimos hasta mañana. Sé que no dirá nada.

Llego a casa y me vuelvo a la cama. Esta vez no consigo dormir. No sé si esta situación que estoy viviendo ahora será peligrosa. Tal vez deba acabar con ella. Hago tiempo hasta que llega la noche.

Llego a su casa en Pinto y espero a que alguien abra el portal, puesto que en esta calle tan concurrida no puedo trepar sin ser vista. Subo las escaleras y llamo al timbre de su casa. No responde. Me introduzco por debajo de la puerta. No parece haber nadie . Llego al dormitorio, y ni rastro. Miento. Encima de la cama tiene colocada la ropa que llevaba puesta esta mañana. A casa ha llegado. Me dirijo al baño. Efectivamente, allí lo encuentro, tirado en la bañera con el cuello mordido y desangrado. Es igual que cuando lo hago yo, pero mucho más cuidadoso y más limpio. Sólo ha podido ser ella, que está siempre velando por mí y protegiéndome. Una nube de humo sale por la ventana y se pierde en el cielo. Era Clara, seguro. La sigo como puedo. Hace parada en una casa no demasiado lejana, y se materializa allí mismo. Yo me mantengo al margen, aunque estoy segura de que sabe de mi presencia. Hay un tipo sentado viendo la televisión. Es el primo Gorka. Era de suponer que vendría a por él, es bastante probable que sepa de mi existencia sobrehumana. Clara se acerca, ante la mirada incrédula del pobre hombre. Su voz dulce sale de su garganta con un encanto que ya casi había olvidado:
-No te quedes ahí. Éste es para ti.

Está claro que se dirige a mí. Me materializo yo también y devoro el cuerpo inmóvil de Gorka. El poder hechizante de Clara es mil veces superior al mío. Hasta yo hay veces que me quedo hipnotizada contemplándola.

Una vez cesan los latidos del corazón, me relamo y me giro en busca de aquél encanto de muñeca. Ya no está; se ha esfumado, de manera que no pudiera seguirla. Ha sido tan fría... Regreso a casa, a meditar sobre lo sucedido hoy. Por lo pronto, mañana tendré que volver a la consulta y hacerme la sorprendida cuando me digan que Héctor no volverá.

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