miércoles, 9 de septiembre de 2009

8 de septiembre de 2009

Hoy tiene toda la pinta de ser un día aburrido. Ha venido un técnico de Ono a cambiarnos el decodificador porque daba problemas. Genial, la tele (sí, ese cacharro que nunca veo) se ha arreglado. A cambio, nos hemos quedado sin internet.

¿Qué hago yo todo el día encerrada en casa sin internet ni nada? Vaya aburrimiento... Llamo a mis amigos para salir: El teléfono móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura. Estupendo. Perfecto. Sólo me espera una tarde de desesperación y comerme las uñas.

¿Por qué no ponemos una peli? A veces tengo ideas pasables... Papá quiso descargar una vez “Ángeles y demonios”, pero le tongaron y acabó con una película titulada “La profecía”. No pinta mal, así podemos hacer tiempo. “Regreso al futuro” y “Silent Hill”. Da bastante de sí la tarde.

Ya por fin anochece. Me ducho, y me dirijo a la habitación para vestirme. Hay un periódico encima de la mesa. Yo nunca lo leo, y nadie en casa lo compra. Me acerco a verlo. Está abierto por una noticia en concreto, rodeada con un rotulador rojo. “Una pareja es brutalmente asesinada e incendiada en su coche”. Comienzo a leer lo que viene debajo. Sí, esto lo hice yo, fue anoche en Móstoles. Pero yo no incendié nada. Siento alguien detrás de mí. Me giro, y ahí está ella, la misma chica que vi ayer cuando le arranqué la cabeza a aquella niña. Me apresuro a encender el ordenador y poner música a un volumen considerable.
-¿Lo hiciste tú? -asiente con la cabeza. Sabe exactamente a qué me refiero- ¿Por qué?
-Sólo limpié tus huellas. -su voz es dulce y confortable. No me sorprende haberme dejado enmbaucar por ella en algún momento -En otras ocasiones fuiste más cuidadosa. Ese chico tenía tu saliva, y tanto el coche como la muchacha estaban llenos de marcas digitales.
-Te lo agradezco entonces... Supongo. -Ella se ríe.
-Creo que no te acuerdas de mí. Me llamo Clara. Nos conocimos un día, comprando. Bueno, yo te conocía de antes. Llevo un tiempo siguiéndote...
-¿Qué me has hecho?
-¿No te gusta? Creo que sí... Es algo que siempre has deseado, pero nunca lo has exteriorizado. Quizás no fuera lo políticamente correcto, ir anunciándole al mundo que te gustaría tener poder sobre el hombre y acabar con quien te tratara mal.
-¿De qué vas? ¿De mi ángel guardián o algo así? -mi pregunta le hace reírse de nuevo.
-No es precisamente bondad de lo que estamos hechos.
-¿Por qué yo?

No obtengo respuesta. Me sonríe, con esa cara angelical que le caracteriza, y desaparece por la ventana. Me asomo para buscarla con la mirada, pero no está allí. Sinceramente, me acojona la idea de seguirla por allí, no confío en salir ilesa en una caída desde un tercer piso. Me despido de la familia y abandono la casa por la puerta, como cualquier mortal. Bajo corriendo las escaleras, y allí me la encuentro, apoyada sobre la pared, esperándome.
-Sabía que no saltarías -dijo, y salió corriendo calle abajo. Me limito a seguirla.

Unos segundos y estoy corriendo a su lado. Ella sigue acelerando, hasta dejarme atrás. Freno, y miro a mi alrededor. No hay nadie a la vista. Miro hacia arriba, y allí está ella, subida en lo alto de un bloque de pisos. Empiezo a trepar por la pared. Cuando llego arriba, ha desaparecido.
-¡Estoy aquí! -su voz viene del piso que hay en la acera de enfrente. No me lo pienso y salto hacia donde está ella. Nuevamente, me encuentro sola.

Parece tenerlo todo pensado: sin darme cuenta, me ha enseñado una nueva manera de moverme en mi forma humana sin ir esquivando coches ni ser vista. Empiezo a saltar de azotea en azotea, atravesando calles enteras. Es fantástico, me siento libre. Al rato me detengo y me siento a un borde, con los pies colgando hacia el insignificable mundo humano. Oigo su voz a mi espalda:

-Porque me recuerdas a mí -y me empuja al vacío. Sin comerlo ni beberlo, me encuentro de camino al suelo, un camino que acabará irremediablemente cuando me estrelle contra él y forme un espectáculo de impresión. ¿Sobreviviré? No creo que Clara pretendiera matarme con ese gesto. Hasta ahora, sólo se ha limitado a enseñarme mis propias habilidades. ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? ¿Volar? ¿Puedo hacerlo? Cierro los ojos y me concentro... Unas décimas de segundo y los abro para comprobar el resultado. No ha funcionado, el suelo está cada vez más cerca. Cierro los ojos de nuevo, esta vez como acto reflejo ante un choque inminente, y espero... Y sigo esperando... Ya debería haberme empotrado, ¿por qué sigo en el aire? Me siento ligera, extraña... No tengo conciencia de mi propio cuerpo como si aún me perteneciera. Es todo como un sueño: confuso. Intento centrarme en mis brazos, en mis pierna, en mi cabeza... Nada, es como si no existieran.

Me fijo alrededor, y estoy rodeada de mariposas que vuelan a mi lado. Tras un corto paseo por el cielo, llegamos a nivel de tierra firme, y se empiezan a aglomerar, formando una figura humana... Es Clara. Aún quedan mariposas, que siguen arremolinándose y conglomerándose. Hago un esfuerzo por verme la mano. Ahora sí, la siento como mía, la puedo mover. La pongo delante de mis ojos, y no puedo creer lo que estoy viendo. Mi brazo entero está formado por estos insectos, que se siguen apelmazando hasta dar lugar a un yo. No sé otra manera de describirlo. Es como si ellas fueran yo, o como si yo estuviera formada de ellas, o simplemente como si me hubiera transformado y ahora regresara a mi forma habitual. No logro superar la impresión y me desplomo sobre el suelo.

No sé cuánto tiempo habrá pasado. Me despierto en mi cama, con el pijama puesto, y trato de incorporarme. Está todo oscuro aún, y apoyo la mano en un papel. Enciendo la luz de la mesilla y lo examino. “Mañana a medianoche vengo a buscarte. Descansa”. Clara debió traerme a casa. Apago la luz y sigo durmiendo.

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