viernes, 18 de septiembre de 2009

12 de septiembre de 2009

Hoy toca ayudar en la cocina. Recuerdo lo que me gustaba antes probar sabores nuevos. Echo de menos esa sensación. Ahora ni siquiera me huele rico. Manipulo alimentos como un niño hace con la plastilina. A los ojos nos puede parecer atractiva nuestra obra, pero no se nos ocurre introducirla en la boca.

Mamá se está preocupando por mí. Últimamente apenas como, y estoy perdiendo bastante peso. Dice que o me ve hacer cinco comidas al día o me lleva al médico. Así que genial, tengo que seguir fingiendo y encima con más esfuerzo. Cuánta crueldad.

Por la tarde tengo que contactar con esta gente a ver si quedamos para ir esta noche a la Aldehuela a ver más conciertos. Gary ha quedado con una amiga suya de Parla que se trae más amigos. Mi primo también viene, y mi hermano mayor. Tengo la impresión de que puede ser una gran noche. Dan las 7 de la tarde y bajo al bar, que están poniendo el partido del Atleti, o del que sea (la verdad es que en temas de fútbol soy bastante pasota). Una hora después recojo a mi primo en la estación y nos vamos a cenar (tengo que hacerlo en casa, que si no la señora se preocupa por mi salud). Unas litronas, y a esperar a reunirnos todos.

Llegamos al campo de fútbol donde se llevan a cabo los conciertos este año, y apuramos las cervezas porque no nos iban a dejar pasarlas. Es fácil hacer como que bebo sin apenas mojarme los labios, así me ahorro falsas explicaciones.

Las primeras horas la gente anda bastante aburrida, ya que la mayoría de público ha venido expresamente para ver actuar a Mago de Oz. Cuando éstos empiezan a tocar, todo el mundo se anima, las niñas pequeñas alzan las manos en cuernos subidas a hombros de sus padres, y las preadolescentes histéricas empiezan a gritar frases del típico "Queremos un hijo tuyo". Una chavala un poco estúpida no para de despotricar contra alguien que la ha pisado o empujado (tal vez fuera yo, por eso me mosqueo). ¿Qué se espera de colocarse tan adelantada y centrada en un concierto de alguien tan famoso? ¿Que nadie la roce? Me alejo de ella, porque no aguanto seguir escuchando sus tonterías, aunque con mi oído agudo es difícil hacerla callar. Le dirijo una mirada de odio y se va. Menos mal.

Después del concierto nos vamos todos al Enter de fiesta. Está llenísimo, no parece el mismo local de siempre. Obviamente, ha sido causa de que el festival de rock ha traído a Fuenlabrada a muchos rockeros y heavies que saben cuál es el mejor sitio para ellos para salir de marcha. Me encuentro a muchos conocidos, y el hambre empieza a aumentar. Sí, va siendo hora de cenar en serio. Con la excusa del gentío y el agobio, salgo fuera "a tomar el aire". En diez minutos ya he vuelto con los míos, con el estómago lleno y rebosante de plaquetas y glóbulos rojos. Dispuesta a pasar el rato con los míos y sin incidencias. Ningún impresentable baja al local, nadie se mete con nadie. Sólo paz y buen rollo. Sabía que sería una gran noche.

Una vez vuelve a abrir la Renfe, acercamos a todos los visitantes a la estación para que vuelvan a sus casas, y llega la hora de volver. Es bastante temprano, hace frío. Yo, como es obvio, tengo que deducirlo en la expresión de la gente y en las ropas que les cubren. Siempre fui muy friolera, así que me encojo y me abrazo a mí misma fingiendo estar tiesa. Pete me presta su chaqueta, como ha hecho otras veces, y llegamos al barrio. Cada mochuelo a su olivo, y fin de un día más.

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