jueves, 17 de septiembre de 2009

11 de septiembre de 2009

Me despiertan a la hora de la comida. Hoy toca pasta. Me excuso en que no tengo mucho apetito para comer lo más mínimo. Voy a la habitación y enciendo el ordenador. Pongo música, y me conecto a mis queridísimas redes sociales para hacer tiempo. Esta noche iré a Alcorcón de concierto... Mamá Ladilla, Koma y otros dos. Le confirmo mi asistencia a David, y me meto a la ducha.

Como seguramente ande saltando, gritando y sudando, no será una buena idea arreglarme mucho el pelo, así que me lo rizo y me coloco una cinta negra en la cabeza sujetando el flequillo. Una falda larga negra de tablas y una camiseta de cuello alto. Ya estoy lista para salir a pasarlo bien.

Quedamos a las 8 en el metro Puerta del Sur. Llego tarde, y ellos también. Compran hielos y nos vamos a un parque al lado del concierto a beber. No dejan de ofrecerme whisky y calimocho, que rechazo bajo el pretexto de que ya no bebo. Mentira. Me alimento de lo que bebo, sólo que no tiene nada que ver con el alcohol.

Termina de tocar el segundo grupo y conseguimos movilizar al personal para entrar dentro, donde está todo el ambiente. Cuando se empieza a animar el público, nos introducimos dentro del gentío, donde todo el mundo salta y grita y se lo pasa bien. Yo me empiezo a sentir más débil por momentos, dado que va llegando la hora de cenar.

Llega un momento en que pierdo al grupo con el que iba. Giro la cabeza en su búsqueda, y ahí están, delante, se han posicionado mejor y se lo están pasando en grande. No me echarán de menos. Miro hacia mi lado y hay un chico bastante mono que me mira disimuladamente. Intento cruzar mi mirada con la suya y le sonrío. Al principio se siente un poco incómodo, pero sé lo que piensa, sé lo que siente, sé lo que quiere... Y se lo voy a dar.

Sin más dilacion, me giro hacia él y oigo cómo su corazón se acelera. Piensa que tal vez sea casualidad y no le busque a él, que sus deseos le están jugando una mala pasada. Me coloco justo enfrente, le miro a los ojos, trato de hipnotizarlo con la mirada. Continúa incrédulo, pero siento que empienzo a tenerlo bajo control. "¿Estás solo?", le pregunto. Asiente con la cabeza, y continúa, casi sin voz: "Mis amigos están fuera, de botellón". Perfecto... Le agarro la mano y comienzo a avanzar entre la multitud, abriéndome paso mientras él me sigue sin rechistar. Logro alcanzar un rincón apartado y me lanzo a besarlo. No lo hace nada mal. Me voy excitando cada vez más, al tiempo que se me va abriendo el apetito. El ritmo de su respiración va disminuyendo, se le olvida respirar, y mi mano se desliza por su pecho para sentir el palpitar de su corazón.

Siento ardientes deseos de incrustarle mis dedos en las costillas y arrancarle el órgano vital allí mismo, pero me contengo y apreto el puño, arañando su pecho a través de la ropa. Empieza a llegar a mi nariz el olor de la sangre fresca, y un hilillo asoma por debajo de su camiseta. Hago grandes esfuerzos por contenerme, pues aún no estamos en un lugar íntimo y somos visibles. Le transmito mis deseos de quedarme a solas con él, y me lleva en brazos hasta su coche. Por suerte, no ha saludado a nadie, por lo que supongo que sus amigos no me han visto con él, ni nadie que le conozca.

Me tumba en el asiento trasero y entra detrás de mí, cierra la puerta. Las lunas son tintadas y el callejón donde aparcó, oscuro y solitario. Me abre las piernas y me quita la ropa delicadamente. Me dejo hacer, mientras bebe de mí, y mi sed sigue en aumento. Me lo quito violentamente de encima cuando no lo puedo soportar y lo sitúo debajo de mí mientras lo sujeto con las piernas. Este gesto le excita aún más, y le levanto la camiseta. Empiezo lamiendo la sangre que brotó del pecho, hasta llegar a la herida. Prosigo haciéndole otro corte con mis uñas y succionando todo lo que puedo. Le oigo hablar, pero no parece asustado ni angustiado. Creo que piensa que soy una sádica a la que le va este rollo. En cierto modo, lo soy. Le miro, me está sonriendo. Le devuelvo la sonrisa, y continúo a mi trabajo. Prosigo con la estrategia de los cortes, mientras bajo por el abdomen y la ingle. Le bajo los pantalones y me centro en su miembro. No está mal dotado, lástima que el hambre me esté matando. Un último corte en el tercio distal de su pene, y me lo introduzco en la boca. Empieza a gemir de placer y dolor, y yo sigo chupando. No siento prisas por terminar. El muchacho es batante grande, así que imagino que con él quedaré saciada. Media hora jugando de esta forma, y su semen empieza a inundar mi garganta, mezclado con la sangre. Tan dulce y tan amargo, tan nutritivo... No grita porque he acabado con sus fuerzas. Está a punto de morir desangrado. Le introduzco mis dientes en el cuello y un poco más tarde todo ha terminado.

Miro el callejón antes de salir del coche. Nadie a la vista. Vuelvo con los míos, que me preguntan dónde estuve. Les digo que me agobiaba y me aparté a ver el concierto al lado del puesto de bebidas, pero que ya me encontraba bien. Es cierto que ahora después de cenar tengo mejor aspecto. Continuamos la noche como si nada hubiera pasado. Cuando hubo acabado me fui a casa a descansar.

No hay comentarios: