martes, 3 de noviembre de 2009

17 de septiembre de 2009

Me levanto de la cama sin ganas. Sé que voy a ir para nada. No tiene ningún sentido, pero he de hacerlo, si no quiero levantar sospechas...

Llego a la consulta, y finjo una gran sorpresa cuando la recepcionista me informa de que Héctor no ha acudido hoy al trabajo.
-Oh, vaya. ¿Le ha ocurrido algo?
-No, sólo está enfermo, se incorporará mañana o el lunes -responde ella. ¡Será cínica! ¿Cómo va a volver a trabajar si está muerto? Tal vez no quieran que nos preocupemos y nos ponen un suplente...

Así por lo pronto... Yo me vuelvo a casa a disfrutar uno de los pocos días de vacaciones que me quedan...

Cama, música, pelis... La tarde transcurre bastante deprisa. Pronto el día cálido y agobiante da paso a una noche despejada de brillantes estrellas en el cielo. No me quedo en casa para contemplarlas, pues con la contaminación lumínica de la ciudad apenas se distinguen cuatro puntos lejanos.

Desde la sierra hay una vista genial. Oscuridad, silencio... Abrigada por un manto de astros me tiendo sobre una roca y cierro los ojos. Es todo tan perfecto... Me viene una oleada de romanticismo a la cabeza: la luna, las nubes, la brisa, la naturaleza... Siento unos brazos protectores en torno a mí, que me agarran por la cintura como si fuera lo más valioso para ellos. Abro los ojos y esta viva sensación se esfuma. Era sólo producto de mi imaginación... o de mis recuerdos. Mis recuerdos de cuando era humana, y amaba, y necesitaba alguien a mi lado. Cuando la vida no era sólo sangre y sexo. De hecho, si me planteo esto a estas alturas..., ¿será que esa parte no ha desaparecido de mí?

Un crujido entre la maleza me extrae de mis divagaciones. Probablemente fuera el viento. O algún animal de campo. Soy el mayor depredador sobre la faz de la tierra, no hay que tenerle miedo. Pero lo tengo. La verdad es que hacía mucho tiempo que no me sentía tan perdida y asustada. ¿Qué va a ser de mí a partir de ahora?

Oigo una piedra chapotear sobre un estanque cercano. Alguien la ha rojado a modo de rana. Me acerco al lugar de donde vino el sonido. Un niño de no más de 13 años está llorando sentado al pie de un árbol. Mi anterior sentimiento de soledad y tristeza aumenta conforme disminuye la distancia que me separa de él. Entro en su mente más directamente: ha discutido con su novia y siente que el mundo se le cae encima; no quiere perderla, y teme no saber seguir adelante si la pierde. No puedo reprimir una lágrima que asoma a mis ojos mientras el muchacho me contempla repleto de curiosidad. No comprende qué motivos puedo tener para estar allí tan sola, en un lugar tan oscuro y tenebroso.

No le digo nada; ni él a mí. Tan sólo nos acercamos y nos fundimos en un cariñoso abrazo. Un abrazo maternal por mi parte, consolador. Su corazón se relaja y deja de llorar su alma. Ya está todo a punto de acabar, soy la solución a su mal. Perforo su delicado e inmaduro cuello con mis incisivos, y sello la salida de sangre con mis labios. El dolor va desapareciendo poco a poco. Sólo permanece el miedo..., delicioso terror. Ya no hay tristeza en mi interior. Ya no me siento sola, ni añoro unos brazos que me cobijen ni me amen. Todo fue una conexión empática con el cuerpo del chico que ahora yace en el suelo junto al estanque. Lo cojo en brazos para meterlo en el agua, pero... creo que aún respira. Lucha con todas sus fuerzas para seguir con vida. Su corazón apenas es capaz de impulsar sangre suficiente para mantener su cerebro activo; si sobrevive es probable que le queden graves secuelas neurológicas. Abre los ojos y los fija en mí; no suplica compasión, ni me pide que acabe ya con su vida. Simplemente me mira, como mira un bebé de dos meses a su madre sin ni siquiera saber qué es aquello que reciben sus retinas.

En cierto modo, desde el principio estuve muy unida psíquicamente a él... No lo pienso más veces. Me siento en el suelo, recostándolo sobre mis piernas, me realizo un corte en el antebrazo y le doy de beber. Estúpidamente por mi parte, le coloco la herida en la comisura de los labios, pero él no hace nada... Exprimo mi líquido vital dentro de su boca, y observo cómo su cuerpo va recuperando todo su color. Agotado él y exhausta yo, pasamos la noche dormidos en aquél paraje, abrazados, uno al lado del otro...

1 comentario:

Santi C dijo...

Wooo!!! Nuevo capítulo de una nueva temporada xD