lunes, 20 de febrero de 2012

22 de septiembre de 2009

Sábado por la mañana. Hace bastante calor, y el sol me aturulla la cabeza. Me despierto con la sensación de que el último mes de mi vida ha sido tan sólo un sueño. Mis recuerdos más recientes son confusos, pero un dolor en la mano me devuelve a la realidad, una realidad que a veces me hace desear no haber nacido, para acabar convirtiéndome en lo que soy.

¿Por qué ahora este sentimiento de culpa? ¿Estoy siendo manipulada por alguien, o simplemente el pasado cercano empieza a carecer de sentido y prima en mí la cordura? Me refrescaré la cara con agua bien fría para despejar las ideas. Lleno el lavabo hasta arriba, le pongo media bolsa de hielos y sumerjo la cabeza dentro. Siento que mis pensamientos comienzan a discurrir más despacio, el dolor se acalla, la paz vuelve a mi alma, y los sentimientos oscuros se desvanecen. El corazón me late cada vez más y más lento, más y más débil. Pierdo la noción del tiempo, hasta que las voces de mamá mientras aporrea la puerta atraviesan mis oídos hasta penetrar en lo más profundo de mi consciencia, alzo la cabeza y ahora puedo entender lo que despotrica. ¡Está loca! No llevo aquí dentro ni dos minutos, ¿cómo voy a llevar dos horas? Ésta mujer se ha fumado algo... Me miro al espejo mientras quito el tapón del lavabo y me seco la cara con una toalla; una cara pálida, con los labios azulados y la piel arrugada, que poco a poco va recobrando su aspecto natural.

Me estiro todo lo largo de mi cuerpo en el sofá y me percato de la hora. El ser consciente del largo rato que pasé adormilada bajo el agua, me devuelve a mis antiguos pensamientos y me hace ser aún más consciente que nunca de mi propia naturaleza.

Enciendo la televisión. No echan más que basura en cada uno de los muchos canales que tenemos contratados, hasta que doy con las noticia diarias en una de las cadenas. Por lo visto, hay una epidemia en Madrid que se ha cobrado la vida misteriosamente de demasiadas personas en los últimos días. No se sabe qué tipo de enfermedad será, que hace que las víctimas se desangren por completo disfrutando así de la muerte más dulce y cálida de todas las posibles, pero no por ello menos trágica para sus allegados.

De verdad, yo no recuerdo ser responsable de tantos casos. ¿Acaso habré perdido por completo la voluntariedad y consciencia de todos mis actos? No, no puede ser... Incluso al principio de esta historia era capaz de recordar en sueños todas mis atrocidades. Aquí debe de haber algo más, algo que desconozco, algo gordo... Algo que probablemente no quiero llegar nunca a conocer, porque hasta para mí es escalofriante la idea de que el mundo pueda quedar dominado por más seres como yo.

El asunto podría ser peligroso, así que de momento intentaré pasar desapercibida allá donde vaya. Me visto con ropas anchas y zapatillas medio rotas, me despeino el pelo y me maquillo unas pequeñas ojeras bajo los párpados de abajo, para volver a parecer una chica normal con una vida normal.

Salgo a dar un paseo, mientras observo con ojo científico a cada persona con la que me cruzo. Quién sabe cuánta gente como yo hay en el mundo. Nada saco en claro. Anochece, ceno, y comienzo el retorno a casa. Siento unos pasos tras de mí, y echo a correr. Quien sea que me sigue apresura sus pasos, y por más rápido que yo vaya, él siempre va un paso tras de mí. "¡Basta de juegos!" una voz en mi cerebro, una voz desconocida hasta ahora. Unos brazos fuertes y fríos como el hielo me sujetan con una fuerza sobrehumana, y yo me siento cada vez más y más débil. A punto de perder el conocimiento, siento una profunda quemazón en mi cuello, me mareo más y más, mis piernas ya no pueden sostener mi peso, y mis músculos parecen derretirse en los brazos de esta bestia. Se me cierran los ojos.

Recobro parcialmente el conocimiento. No puedo moverme, y está demasiado oscuro. Intento gritar pero mi voz se ahoga en mi garganta antes de poder ser siquiera escuchada por mis oídos. No sé dónde estoy ni qué es de mí, pero tampoco tardo en volver a desfallecer. Me siento morir, si es que soy capaz de hacerlo, hasta que dejo de ser consciente de mi cuerpo y de mi mente. Dulce sueño, que me libera de este dolor y este sentimiento de impotencia extrema...

No hay comentarios: