lunes, 19 de agosto de 2013

26 de noviembre de 2010

Está atardeciendo. Me encuentro un poco aturullada aún, pero es hora de salir a cenar. Me visto, me alisto y dejo atrás la mansión sin toparme con nadie. El último rayo de sol se esconde tras el horizonte y echo a correr sin prestar atención en el rumbo que sigo. Sigilosa, me adentro por los caminos más oscuros y silenciosos que había visto nunca. Después carretera, más camino... Sigo mis instintos sin preguntarme hacia dónde me llevan, hasta detenerme en lo que no hace mucho tiempo había sido mi hogar. Las calles siguen donde las dejé, las gentes son las mismas, pero el aire que se respira en ellas..., ha cambiado. Tal vez no, tal vez sólo sea mi percepción la que es diferente. Ya no huele a muerte, ya no se aprecia el miedo en los ojos de nadie. Está claro, era yo la que hacía a este barrio temblar y agonizar. Y ahora, un año después de mi salida de él...

Llego a la casa de mis padres, y siento curiosidad por ver qué tal se encuentran. No estoy segura de lo que sentiré al verlos, si es que sentiré algo, pero no puedo evitar verme trepar por la pared de ladrillos blancos hasta la ventana y asomarme entre las sombras para espiar a escondidas. Están sentados en el sofá mirando la televisión, también mis hermanos. Todos reunidos, sin mí... Charlan, ríen, pero aún queda tristeza en sus ojos. Puedo sentir esperanzas en sus almas, no dan todo por perdido y aún no creen que yo no vaya a volver. Tal vez no estén tan equivocados. Permanezco en mi posición sin ser consciente de las horas que pasan. Se van retirando a dormir, hasta quedar tan sólo mi madre con una botella de White Label ahogando las penas en alcohol. Es tan impropio de ella...

-Así que he encontrado tu talón de Aquiles -la voz de David suena dulce tras de mí. Me ha seguido, y no lo he sentido llegar porque estaba absorta en mis pensamientos.
-Vete de aquí, no hay nada que ver.
-Oh, sí, hay mucho que ver. -Dicho esto, entra por la ventana ante el asombro de mi madre, la cual trata de gritar antes de que él le selle la boca con las manos.

Pego un salto tras David, rogándole que la deje en paz, pero lejos de oír mis súplicas la sujeta por el cuello y se lo retuerce dando fin a su vida. Sale corriendo hacia los dormitorios, pero yo voy tras él y logro impedirle el paso. Lo sujeto por la pechera y lo lanzo contra una pared, aunque no sirve de mucho y pronto se dirige hacia mí para devolverme el golpe. En el lapso de tiempo que tardo en recomponerme y levantarme ha abierto las habitaciones y me deja ver cómo dos vampiros que aún no conozco se alimentan de mis hermanos, al tiempo que él se lanza a hacer lo propio con mi padre. Quisiera impedírselo, batirme en duelo con ellos y acabar con la vida que yo le dí. Pero el miedo me bloquea. Siento miedo a perderlos, a quedarme sola. Y para cuando trato de recobrar el sentido y luchar por mi familia, ya es demasiado tarde. El maldito crío da una orden a los otros dos y se largan, dejándome consumirme por la pena. Si estuviera a tiempo de pedirles perdón, de decirles que aún estoy viva, que los quiero y que son mi única debilidad... Eran mi única debilidad, ahora ya no están, ahora... La rabia y la ira van quemando mis venas a su paso, y el deseo de venganza comienza a aflorar como nunca antes lo había hecho. Ya no albergo nada positivo en mí, tan sólo comienzo a actuar movida por los más básicos instintos.

Salto por el balcón y caigo de pie, aunque por suerte parece que no me ha visto nadie. ¿O sí? Siento una figura moverse tras la esquina, y acudo hacia ella a una velocidad bastante humana. Al doblar veo un chico joven que sigue huyendo de mí. Yo detrás, cada vez más rápido pero dándole cierta ventaja. Continúa recto hasta llegar a un parque lleno de árboles. No hay gran cantidad de edificios cerca, y la visibilidad desde fuera es escasa gracias a la densidad vegetal. Le doy alcance, sujetándolo y acorralándolo contra un pino, y ¡oh! Sí, su cara me resulta familiar... Sus labios comienzan a moverse y a expresar palabras fruto de la incredulidad:

-Pe-pero.. ¿tú no estabas muerta?
-¿Quién dice que no lo esté, Gary?

Quien antaño era uno de mis mejores amigos, ahora es un cordero bajo las garras del lobo. Sus piernas tiemblan, su voz suena quebrada, y sus pupilas suplican clemencia. Me conoce, sabe que he cambiado, y el miedo le supera. Lejos de alegrarse por verme y saber que sigo entera, sus pantalones se mojan mientras el pánico lo inmoviliza. Acerco mis deformes labios a su delicada oreja y le susurro "No tengas miedo, pronto estarás de mi lado"; después, pocos centímetros más abajo hinco mis dientes hasta absorber la última gota de sangre de su cuerpo. Muerdo mi muñeca, la coloco en su boca y espero hasta que recobra fuerzas suficientes para succionar él solo. Es fuerte, no se desmaya, tan sólo se encuentra bastante débil. Lo cojo en brazos y lo llevo a la casa de mis padres para que descanse. El tránsito es bastante duro y va a necesitar fuerzas.

La ira, la rabia, la sed de sangre y de venganza siguen dominándome, pero mi cuerpo comienza a separarse de mi mente y a camuflar lo que mi alma alberga. Antes de salir, veo en un espejo como mi monstruoso rostro semianimal de afilados caninos va dando paso a una dulce y angelical Debbie, más dulce y angelical que nunca, pero con un brillo amarillo en los ojos que nunca antes había percibido. Abro la puerta y bajo por las escaleras, me encanta este juego de parecer una persona normal. Abro el portal y me cruzo con un vecino que entraba en compañía de una muchacha de más o menos mi edad. Me echo a un lado dejándoles entrar, y la mirada de él se clava como cuchillos sobre la mía. Parece como si quisiera ver a través de mí, pero pronto sustituye su ojo analítico por una sonrisa de sorpresa.

-¡Anda! ¡Has vuelto! Me alegra mucho verte de nuevo, Debbie.
-Sí, cambié de opinión y... ¡aquí me tienes! Perdona, tu nombre era...
-Fabio. Lo sé, nunca hemos hablado mucho. Sentí mucho tu pérdida, lamenté no haberme acercado más a ti en su día -la chica que lo acompaña lo mira con rabia. Yo sonrío, y empiezo a dirigirme a ella.
-Oh, sí, te recuerdo. La de los martes y los viernes -ahora me dirijo a Fabio-. Es la más guapa de las tres, te lo reconozco.

La cara del muchacho se inunda de rubor mientras los ojos de ella lo miran cada vez con más rabia. Oh, parece que metí la pata. ¿De verdad que no sabe que sólo es una de sus tres novias?

-¿Queréis subir a casa? No hay nadie...
-Por supuesto -responde él bastante rápido.
-Pues... Venid. -Subimos las escaleras y me detengo frente a la puerta. Mierda, no cogí las llaves... Llamo al timbre, con la esperanza de que Gary siga en pie y logre llegar para abrirme. Tarda un poco pero así es.
-¿No decías que no había nadie?
-Sólo es un amigo -le guiño un ojo -. Esperad aquí un momento, que tengo todo por medio... Tendréis que disculparme, soy un poco desastre con la casa.

Me apresuro a entrar para recoger el cuerpo sin vida de mi madre y llevarlo a su cama para que descanse en paz junto a su esposo. Regreso y les hago pasar.

-¿Queréis tomar algo?
-No..., no, gracias. -Es idiota, no hace más que hablar por ella.
-Vale... ¿Jugamos a algo? -mi lengua juguetea entre mis dientes, como si tuviera el poder de afilarlos.

Ninguno de los tres dice nada. La no tan feliz pareja se miran entre ellos, luego él me busca visualmente en busca de aprobación. Le hago un gesto de asentimiento, animándole a enrollarse con su compañera, mientras aprecio cómo Gary se encuentra cada vez más nervioso. Las primeras veces que te alimentas es normal. Yo incluso lo hacía mientras dormía porque el ansia de sangre me invadía aun sin saberlo.

Puedo escuchar los latidos del corazón de mi amigo: PUM... PUM... PUM... Son lentos pero con gran fuerza. Los de la pareja que se besa sin demasiada pasión son más rápidos, indecisos, mezcla de excitación, miedo, intriga... Me acerco a ellos, aparto a Fabio con dos dedos y me asomo al cuello de la muchacha. Huele dulce, empalagosa diría. Asco de perfumes afrutados, que sólo saben camuflar el aroma del néctar que me da la vida. "Es mi turno", sale de mis labios, mientras el último sonido que brota de mi boca resulta apenas comprensible al tiempo que me fundo sobre su delicada piel. La beso con ternura, lamo el lateral de su cuello con la punta de mi lengua y le profiero un ligero soplido que logra erizar cada imperceptible vello de su joven cuerpo. Le tiemblan las piernas, y logro sostenerla entre mis brazos justo en el momento en que sus fuerzas le fallan y parece haber perdido el conocimiento. Mierda, esto lo hace más aburrido. Sin deformar mi rostro empiezan a sobresalirme unos colmillos afilados como agujas que perforan su dermis hasta hacer brotar un hilo de sangre que pronto inunda mi boca y sobresale por la comisura de mis labios. No me la trago, la mantengo ahí, alzo la chica en brazos y se la ofrezco a mi camarada, haciéndole un gesto de negativa para que se controle y aún no se lance sobre ella.

Mi vecino contempla la escena perplejo, pero parece no importarle mucho lo que ocurre. Aún no domino el control mental, lo hago inconscientemente y enseguida vuelvo dóciles a mis presas. Entrenaré sobre ello. Por lo pronto, me acerco a él de forma ligera, me alzo en puntillas para llegar con mis labios a la altura de los suyos (los cuales se relajan y quedan entreabiertos, expectantes) y sello ambas bocas para traspasarle la sangre de su novia. Al principio le noto una mueca de asco y rechazo, para después dar paso a un intento por complacerme seguido de un par de arcadas; a duras penas, logra tragársela. Pero pocos segundos después sale disparado hacia el baño para echar la papilla. Es curioso: lo que a mí me da la vida, a él parece quitársela, le indigesta, le revuelve las entrañas.

En el tiempo que él regresa, me acerco a explicarle a Gary que debe dejarla con un mínimo de vida, por difícil que le resulte parar, y le doy permiso para que la devore a su antojo. Yo me dirijo al salón del trono a hacer lo propio con el otro y darle intimidad a mi nueva versión de "amigo". Cuando calculo que ha terminado me dedico a revivirlos a ambos con mi propio brazo, pero quedo bastante debilitada, pues entre los dos casi me secan como una ciruela pasa.

Pronto saldrá el sol, y no me queda tiempo ni fuerzas para salir a alimentarme. Será mejor que me quede en casa hasta la noche. Pero, ¿cómo controlar a tres novatos? Una idea pasa por mi cabeza, aunque me siento ligeramente rastrera llevándola a cabo.

Una vez se hubieron medio despertado todos, me dirigí a ellos con la mayor seriedad con la que pude hacerme:

-Mierda... Ha amanecido. No salgáis, si no queréis morir. Sois vagabundos en la oscuridad, sombras en la penumbra. Ella os hace fuertes y os da la vida, pero ¡ojo! No puede haber una sombra sin un foco de luz. Huid de ella, y viviréis eternamente. Ahora... ¡A dormir! Cuando vuelva a hacerse la noche os enseñaré todo lo que sois capaces de hacer y os ayudaré a alimentaros.

Como niños acojonados tras una historia de terror, mis tres compañeros bajan las persianas para impedir la entrada de los rayos solares y se duermen en el suelo. Yo prefiero no moverme de donde me encuentro, pues la única escena capaz de horrorizarme se halla al otro lado del pasillo en mi propia casa. Me hace recordar los acontecimientos de hace unas horas y siento arder mis pupilas. Mi venganza se llevará a cabo..., antes o después.

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