miércoles, 31 de julio de 2013

24 de noviembre de 2010

Aún es de noche. Abro los ojos y el dulce aroma férreo de la sangre inunda mis fosas nasales. En la mesilla alguien ha dispuesto una botella llena de esta perdición para mí. La apuro, por mero instinto, y me dispongo a bajar las escaleras para reunirme con los demás. No es algo que tenga planeado ni se me antoje en el momento, simplemente lo hago, como si mis piernas actuaran por libre albedrío escapándose a mi propio control.

Alcanzo el patio trasero de la mansión, no había estado antes por aquí. Hay unas pistas deportivas con campo de fútbol, una piscina, varias canchas de ténis y unas porterías de rugby. Todo ello rodeado de unos matorrales más altos que mi popia cabeza, podados con sumo detalle y cierto aire glamouroso. El resto de compañeros ya está reunido en el campo: es hora de entrenar (nadie me lo ha dicho, lo sé). Están todos colocados en formación, una fila a continuación de la otra y así hasta rellenar casi todo el espacio. Me coloco al final del todo, intentando pasar desapercibida. Los demás cuchichean entre ellos, tienen miedo pero intentan aparentar valor y fiereza. Yo..., no sé qué sentir. En principio mucha rabia porque me da la sensación de que alguien me controla mentalmente, aunque supongo que no soy la única a la que le ocurre. Míranos, parecemos borregos a las órdenes de nuestro pastor, quien por cierto aún no ha hecho acto de presencia.

Miro al cielo, la noche es cerrada, oscura, tenebrosa. Un manto de estrellas nos arropa con el canto de los grillos y las ranas y el silbido del viento removiendo las hojas de los árboles no muy lejanos como nana. Cierro los ojos y me dejo hipnotizar por semejante belleza natural. Dejo de oir a los compañeros; en un primer momento quiero pensar que los estoy ignorando, pero rápidamente me doy cuenta de que se han quedado mudos. Siento la presencia de Adrián muy cerca, pero abro los párpados y no veo rastro de él; tan sólo el mismo cielo estrellado y oscuro de hace un momento. Pero..., ¡espera! Los puntitos brillantes que creía estrellas se empiezan a aglomerar formando un único punto de luz, y de aquí formando una silueta antropomórfica que nos habla con la voz y la firmeza del que es ahora nuestro líder. Tan sólo tres palabras, que resuenan en mi cabeza una y otra vez, eco que no alcanzo a comprender hasta que siento lo que viene a continuación: "Primera lección: ¡Supervivencia!"

Dicho esto, se hace la oscuridad; ni siquiera mi visión privilegiada (en comparación con la de los mortales) alcanza a percibir el más mínimo atisbo de luz. Suena un grito, de aire gutural, como la última exhalación de una bestia tras el disparo de su cazador. Acto seguido cunde el caos, se rompe la formación, y siento un fuerte golpe en el costado que me tumba en el suelo. No sé qué hacer, de modo que permanezco en esta posición durante un rato. Sigo sin llegar a ver nada, pero siento el suelo vibrar, a los demás vampiros gritar y gemir de dolor. Una voz masculina, viril, murmulla junto a mi oreja con un tono quebradizo y acobardado: "Esta noche no; MUERE" y siento otro golpe, más fuerte aún, en la cabeza, que me hace perder el conocimiento.

Los primeros rayos del sol se clavan en mí como afilados cuchillos, despertándome así de mi estado..., cualquiera que sea. Me levanto, sintiendo pesadez en las piernas. Miro alrededor y debe ser mi falta de humanidad que no me horroriza lo que veo: decenas de cuerpos amontonados en lo que parece que fue un campo de batalla. ¿Qué nos atacaría? ¿Así son todos los entrenamientos? Automáticamente todos los interrogantes de mi mente dan paso una nueva curiosidad: ¿Están muertos? De ser así..., ¿qué pasa con sus cadáveres?

-Entra rápido en casa o pronto apenas tendrás fuerzas para mantenerte en pie -suena SU voz detrás de mí.
-... -son muchas las palabras que pasan por mi mente, pero prefiero no exteriorizarlas en su presencia.
-Tranquila, sé lo que piensas... -llegamos dentro de casa, bien refugiada de la luz natural- Sólo los más fuertes serán capaces de luchar a mi lado. Los que no lo son..., bueno, no me interesan.

Sonríe, nos domina, juega con nosotros, pero no somos más que instrumentos en sus manos, para usarnos a su antojo. Mis labios se despegan, dejando escapar algunas ideas de mi mente. No sé si realmente quiero hacerlo, pero el caso es que las suelto:

-¿Fuiste tú quien...?
-¿Quien los mató? ¿Quien te golpeó? Oh, cielos, no... No había nadie más que vosotros, fue decisión vuestra mataros entre vosotros presas del pánico. Pero shhhh..., nadie más debe saberlo.

Me guiña un ojo y desparece tras una puerta que no sé a dónde da. Yo entro en el salón principal, pero no hay nadie. Me siento en un sofá y me quedo pensativa largo rato, dando vueltas a los acontecimientos de hoy y haciendo un montón de suposiciones al respecto. Este tipo me da muy mala espina, pero le tengo miedo..., casi más miedo que al depredador que nos da caza.

Sumida en mis pensamientos me hallo cuando vuelvo a oírle hablar y vuelvo a la realidad. No estamos solos, se han unido una docena más de vampiros, entre ellos David y Belinda. Él comienza a darnos la charla.

-Sólo quedáis vosotros, el resto ha caído en el último ejercicio de entrenamiento. Ya lo veis, de cada cien, poco más de la décima parte sois capaces de sobrevivir al peligro más básico: el miedo. ¿Cómo coño quieren enfrentarse a alguien mil veces más poderoso, si caen presas de sus propios miedos y se masacran entre ellos? Pero vosotros..., vosotros no me habéis decepcionado. Seguís aquí, habéis demostrado aptitudes, o tal vez sea sólo suerte, para la supervivencia. Pero aún nos queda mucho por hacer y el grupo se ha mermado en gran magnitud. Por lo que he de proponeros una misión que necesito que llevéis a cabo. Estáis heridos; pronto vuestras heridas sanarán. Id a descansar, ya llegará el día en que no os haga falta. Pero aún sois jóvenes y no gozáis de todos los privilegios, en especial los que estáis enfermos... Las próximas noches serán largas. Cada uno de vosotros convertirá a diez personas en soldados para nuestra casa. Tenéis tres días. Buscad gente fuerte, no sólo de físico, sino también de mente. Seleccionad a los que sean más aptos según vuestro criterio, y no os dejéis influenciar por vuestros sentimientos, si aún os quedan. Os seguiré de cerca, recordad que no podéis burlarme. Habrá castigo para quien no cumpla. Ahora, todos a la cama. No quiero oír ni una palabra. Yo mando aquí.

Tras su monólogo se desvanece y mis camaradas se retiran a sus respectivas habitaciones. La casa es grande, pero cien habitaciones no hay. Me pregunto dónde habrá metido a todo el grupo anterior...

¿Qué hacer? ¿Hay posibilidad de huir de esta vida? ¿Cómo se puede matar a un vampiro? Más aún..., ¿a uno tan poderoso? Se pasa por mi cabeza la idea de salir corriendo. Me pregunto hasta dónde llegaría, sí me daría caza, cosa que probablemente lograría con facilidad, o si volvería a caer presa de aquella bestia que trató de matarme aquella noche... Cierro los ojos y veo a Adrián con los ojos rojos y llameantes como el fuego, devorando la carne de una chica joven de cabello castaño. Tras rebañar el hueso de un brazo, arranca la cabeza de la chica y me la muestra: soy yo, o alguien que se me parece demasiado. Abro los ojos y estoy sola en mi habitación. Si es cierto que está conectado psíquicamente a mí, ¿debería tomarme esa imagen como una amenaza, o ha sido una mera pesadilla fruto de mis miedos?

Caigo rendida con una cuestión más rondándome por el coco: diez personas..., tengo que sacrificar a diez, como hice con David. ¿Quiénes serán? ¿Seré capaz?...

4 comentarios:

Monkiky dijo...

No dejes de escribir!, has mejorado con respecto a entradas anteriores.

Debbie dijo...

Gracias cielo. Cada año voy madurando jejej

Unknown dijo...

Me encanta el giro que ha dado la historia. Efectivamente, da la sensación de que nada va a ser lo que parece.

A ver que maldad se te ha ocurrido mientras me machacabas la espalda, me has dejado en ascuas :D

Debbie dijo...

Tranquilo Alfonso, voy a ponerme ahora con ello... jejej